CRITERIOS PERSONALES

¡Me cae tannnn mal...! ¡Es que no lo soporto! ¡Sólo de verlo me da no-sé-qué! Son solo algunas de las expresiones que salen de nuestros labios cuando nos encontramos con personas non gratas para nosotros. Nuestra balanza preferencial siempre está inclinada en contra de aquellas personas que, como el plato de la balanza... nos caen como piedras. Y es precisamente lo que no le agrada a Dios. Aunque sí a muchos de nosotros. Y no le agrada a Dios porque no somos justos.
Para ver las imperfecciones de otros somos buenos. Y malos para juzgar. Por eso, juzgar al prójimo es uno de los siete pecados capitales. Ya lo dijo Jesús: No juzguéis para que no seáis juzgados. Pero seguimos de necios. Es un hábito adquirido desde la niñez y difícil de erradicar del corazón. Está tan enraizado que aún mucho tiempo después de haber aceptado a Jesús como nuestro Señor seguimos cayendo en esa trampa.
Y todo se debe a que tenemos nuestras propias agendas.
No sé usted, pero yo he tenido que aprender a hacer lo que dice la Biblia: ¿Hay algo bueno en esa persona? ¿Algo digno de ser mencionado? En eso pensad... Es una reeducación a base de haber sido criticado, burlado, ignorado, herido y muchas linduras más. Quizá por eso dice la Escritura: El hierro se forja con el hierro y el hombre con el hombre. Si me porto como hierro, seré forjado por otro hierro. No hay quite. Si doy me dan. Cosecho lo que siembro. Pero también me queda la opción que si me porto como hombre... seré forjado por el hombre. Y, aunque el hombre como hombre es ingrato, prefiero que me trate el hombre y no el hierro... ¿no le parece?
Estoy hablando de cambios estructurales. Cambios internos. Cambios de agenda. Cambios de ruta. No volver a pasar por donde pasé antes. Aunque dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, estoy tratando de no tropezar tres veces. Mucho menos siete como dice Proverbios. ¿Cuesta llegar a eso? Por supuesto. Pero con Jesús todo es posible.
Lástima que esto lo he venido a aprender cuando estoy empezando a vivir mi segunda etapa de vida. Claro, espero que sea la mejor. Por eso las canas no salen por gusto. Son signos no de vejez sino de madurez. Pero esa madurez sin canas debí haberla producido muchos años atrás para no sufrir lo que he tenido que sufrir para aprenderlo. Lo que duele enseña, escribí en uno de mis libros. Por eso bendigo mi edad. Porque al fin he aprendido a tener cuidado con mis ojos. Para no ver lo que creo que estoy viendo. Porque todo es una ilusión que engaña mi vista.
Bendigo al Señor porque nos enseña muchas cosas. Una de las más importantes es ver a los demás con un cristal de compasión, de amor y de comprensión. Eso nos evitará mucho dolor, muchas lágrimas y muchas ganas de morirnos.
Cuando tenemos agendas, nuestro juicio está distorsionado y nuestra visión se hace selectiva. Vemos lo que queremos ver y convenientemente ignoramos el resto.
Deshacernos de nuestra agenda siempre requiere de alguna incomodidad. Pero Dios tiene un plan más grande y mejor para nosotros del que nos pudiéramos imaginar. Lo único necesario es que confiemos en que Él es quien tiene el control de todo... y de todos.

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