¿Y TU CABEZA JUAN...?

¿Qué pasó con tu cabeza Juan?
¡Me la cortaron...!
¿Se puede saber por qué si no es indiscreción?
Por decir la Verdad...
Esa sería la respuesta que nos daría Juan el Bautista si le preguntáramos qué le pasó en aquella mazmorra de la Torre Antonia donde Herodes lo tuvo prisionero por una sola razón: La Verdad. Y es que Juan no tenía pelos en la lengua. No le interesaba quedar bien con nadie, especialmente con el pecador. Aunque fuera adinerado. O poderoso. O rey...Lo único que quería era obedecer al que le envió. Eso significa que obedecer a Dios tiene sus bemoles con los hombres. Ya lo dijeron años después de Juan los apóstoles cuando les quisieron prohibir que mencionaran el Nombre de Jesús: juzguen ustedes mismos si es menester obedecer a Dios o a los hombres. Y es que los hombres, aunque admiran a quienes dicen la verdad, se ponen con los pelos de punta cuando la verdad se les dice a ellos. Existe el axioma que cuando alguien escucha un mensaje que señala un pecado que ya venció, el mensaje fue brillante y ungido... pero cuando menciona un pecado que aún no ha vencido, le duele, le molesta y resulta que el predicador es un carnal. ¿Por qué? Porque la Palabra, no el predicador, tocó una llaga que aún supura y eso duele.
Estamos viviendo tiempos finales. Ya no tarda el Señor en volver por Su Iglesia (no la nuestra), y eso significa que a medida que se acerca ese tiempo, los hombres se negarán a reformar su conducta. Y no estoy escribiendo sobre hombres comunes y corrientes, estoy escribiendo de hombres cristianos. Cada vez hay más noticias de hombres cristianos metidos en fraudes financieros, divorcios, violencia doméstica, adulterio y muchas cosas más que, como dijo Pablo, ni siquiera los incrédulos hacen. Pero sí los evangélicos.
Creo que hay dos poderosas razones para esto:
O están siendo mal enseñados, o no quieren dejar sus malos hábitos. Si la razón es la primera, los culpables somos los pastores que no estamos predicando la Verdad de Dios. Estamos hablando de muchas cosas pero no de la Palabra que tiene la Biblia. No queremos perder la cabeza. Tiene sus riesgos decir la verdad. Se nos van ovejas y con ellos los diezmos. Se enojan las mamás y con ellas se van los maridos. Decir la Verdad es una cosa y soportar las represalias es otra. Por eso la figura de Juan se sigue levantando como un testimonio histórico de lo que es ser valiente. Definido. Saber Quién me llamó. Saber de la Mano de quien como. No aceptar sobornos espirituales ni favores humanos. Juan nos enseña que es doloroso decir la Verdad... pero vale la pena. Juan pasó a la historia no tanto por su mensaje sino por la consecuencia de su mensaje. Hasta hoy sigue siendo un paradigma de lo que significa obedecer a Dios y no a los hombres...
Si la razón de que el hombre no cambia es la segunda, allí ya no podemos hacer nada. Aunque debo aceptar que muchos no cambian por los malos ejemplos que están viendo en los púlpitos. ¿De donde han sacado mis hermanos pastores enseñar: Usted no me mire a mi, usted vea a Cristo... ? ¿Acaso no fue Pablo, el erudito judío y rabino de la iglesia primitiva quien dijo: Imítenme a mí en lo que yo imito a Cristo? Si las personas que se congregan en la Iglesia que pastoreamos no ve en nosotros un ejemplo digno de ser imitado... ¿Cómo aprenderán lo que es un verdadero cristiano? A menos, claro está, que no seamos pastores puestos por el Señor sino por los hombres... eso quiere decir... que somos asalariados. Predicamos. Buscamos en internet un mensaje bonito, que no ofenda, que no confronte, que no hiera susceptibilidades. Nos bajamos del púlpito. Nos subimos a nuestro carro. Llevamos a nuestra familia a comer pollo con un par de cervezas y... cobramos el cheque de fin de mes. ¿Así de fácil? ¡Así de fácil!
Así nunca nos cortarán la cabeza. Nunca sentiremos el dolor de la crítica, la traición, la murmuración, el abandono de los amigos, la estrechez económica, la ira de los ricos de la iglesia, las amenazas de la junta directiva de destituirnos... Así nunca nos cortarán la cabeza. Pero tampoco Jesús hablará bien de nosotros... como lo hizo de Juan: Nunca se ha levantado un varón como él...

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