TOCANDO EL MANTO
Mr. 5:28 “la mujer se dijo a sí misma: “si tan solo toco el borde de su manto…” Flujo ingrato. Tormento en su vida por muchos años. La había dejado sin dinero, sin esperanza y sin hogar. Era un ser anodino. Desconocido para muchos. Despreciada y apartada de la sociedad. No podía dormir en su cama porque la dejaba inmunda. No podía tocar a sus hijos porque era rechazada. No podía cocinarles sus alimentos porque la Ley lo prohibía. No podía besar a su esposo. No podía entrar al Templo a orar porque los sacerdotes no le daban permiso. Era un ser contaminante. Ese flujo que manaba de su ser la había convertido en una paria de la sociedad. Andaba errante, cargando a cuestas su némesis que la castigaba por a saber qué pecado de su juventud o en sus ancestros. La enfermedad se había ensañado cruelmente con ella. Todos, al verla se apartaban de su camino por temor a la contaminación ritual. Viva sola. ¿Con quién hablar de sus males? ¿Con quién compartir su tri...